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A pedir de boca

Humberto Montero

 

El aspecto técnico de la identidad de una persona —ese que se sintetiza de frente en una foto de carné a partir del registro del rostro—, y la abstracción gestual de una emoción específica, se expresan en un estado coloquial en esta serie de Ernesto Proaño.

 


Ernesto apela a una estrategia de latencia emocional en la consecución de cada obra. Cada rostro nos muestra una respuesta gestual ante algún suceso ficcionado anterior (el suceso latente).
 Durante ese tiempo transcurrido de estímulo y de respuesta entre acción y reacción aparece una emoción que se indexa a un relato ausente. Sucesos anteriores que se encubren en el nombre de cada obra: «No estoy de acuerdo para nada», «Estoy a punto de decirte lo que no quieres oír», «Sonrío porque estoy chuchaqui»… Así se conforma un muestrario de estructuras faciales que se asemejan a calaveras encubiertas ligadas a las de la especie humana como espectros o apariciones.


 

No se trata de emoticonos sino de lo que bien podríamos designar como «emotíndices», puesto que el valor icónico de cada signo, el de la semejanza con el referente, se consume en el aspecto de esos espectros cadavéricos como si fueran concebidos en serie, y así se da paso protagónico al índice de la conexión entre respuesta y suceso, es decir, una cualidad estrictamente metonímica del efecto por la causa.


 

El efecto se marca de rojo en cada rostro y así el corpus se uniforma ligado a la técnica pictográfica. De hecho, se puede intuir un principio gráfico de creación en el que el soporte se convierte en la primera forma de la cara que se enmarca de negro y que entonces recibe la gestualidad mediante trazados propios de una pintura de acción: «dripeos en rojo» que marcan sentimientos fraseológicos.


 

En conclusión, Ernesto Proaño se apropia del concepto icónico del emoji y lo eleva hacia un segundo nivel semiológico, el del índice, y así se acerca a un nuevo plano discursivo en el que el «emoindex» potencial de una intercomunicación textual se conecta «fraseológicamente» con una causa desconocida que ha detonado una emoción coloquial inevitable. (2024)

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